Coia Valls repasa su carrera literaria para los lectores de De lectura obligada
La escritora catalana, que publicó recientemente Las torres del cielo, debutó con la novela histórica La princesa de Jade
La primera pregunta tiene que ver con sus inicios en la literatura. ¿Cómo se introdujo en este mundo?
Desde que recuerdo escribo. De muy joven lo hacía por el mero hecho de plasmar las experiencias del día y reflexionar al respecto. Más tarde me di cuenta que leer y escuchar historias era uno de los regalos más valiosos que podía recibir y dar. Me puse a dar vida a personajes imaginarios con los referentes literarios que tenía a mi alcance y el bagaje que la vida iba poniendo en mis manos.
Escribí relatos cortos durante muchos años y, también, cuentos para niños. Cuando decidí lanzarme al terreno de la novela supe que era necesario profundizar en teoría literaria y concentrar toda mi energía en ello. No es lo mismo escribir con vocación de publicar, la responsabilidad es mucho más grande, !el reto también!
Ya como escritora dio un gran paso. ¿Qué le hizo pensar que estaba preparada para dar el salto de las obras colectivas a una novela en solitario? ¿Fue una decisión muy pensada?
Tengo mucho respeto a mis lectores. El tiempo es lo más valioso que tenemos y si un lector decide invertir parte del suyo en leer mi obra merece calidad y honestidad.
Fue una decisión meditada porque tenía claro que lo priorizaba por encima de muchas cosas y que me supondría un esfuerzo considerable. Leía todo lo que caía en mis manos sobre la construcción de la novela. Dediqué mucho tiempo a estudiar las posibles estructuras, creación de personajes, ambientes… Y empecé a caminar en la dirección trazada.
Otro salto en su obra fue la alternancia de géneros: literatura infantil (Marea de lletres que maregen) y novela histórica (La princesa de jade). ¿Cambia su forma de enfrentarse al documento en blanco según trabaje un género u otro?
En algunos aspectos rotundamente sí. El tiempo que te lleva escribir una novela es considerablemente más largo que un cuento para niños. No puedes otorgarte pausas que podrían alterar el tono inicial o la profundidad de los personajes. Cuando trabajas en una novela, vives en ella las veinticuatro horas del día.
Es algo parecido a prepararte para una salida de fin de semana o llevar a cabo un largo viaje. Los preparativos no son los mismos y las incertidumbres que te genera tampoco.
Pero la pasión por la historia que escribes es imprescindible en ambos casos.
Su debut en la novela histórica fue exitoso. La princesa de jade fue galardonada con el premio Néstor Luján de novela histórica (2010). ¿Qué significó para usted dicho reconocimiento?
Significó una gran alegría y una enorme oportunidad para darme a conocer.
Acaba de publicar su última novela, Las torres del cielo (Ediciones B). En esta novela traslada a sus lectores al siglo XI para recrear la fundación del Monasterio de Monserrat. ¿Qué le hizo lanzarse con este proyecto?
La necesidad de contar un descubrimiento: el pasado marino del lugar en que suceden los hechos. Mis sucesivos encuentros con esta montaña y la importancia que ejerce en personas tan distintas, por motivos tan dispares. El saber que estos hechos históricos no habían sido narrados y el reto que suponía llevarlo a cabo.
Montserrat es una montaña muy especial a la que he ido y regresado en momentos muy distintos de mi vida. De niña mi padre decía que su silueta era la de un dragón dormido y yo siempre pensé que en aquellas palabras debía esconderse algún secreto que la hacía única.
Leyendo la sinopsis se pueden encontrar ciertos paralelismos con La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones. ¿Encontrarán los lectores más puntos en común?
Cada lector lee a través de sus experiencias de vida y, claro está, sus referentes literarios. En este caso mi objetivo no era narrar la construcción de un monasterio, sino la lucha de unos personajes con su pasado, sus planes de futuro, su realidad y el medio en el que deben sobrevivir. La montaña es el centro, el templo.
Otro experto en novelas históricas en torno a las iglesias es Ken Follett. ¿Ha leído sus obras? ¿Lo considera un referente en el género?
Las he leído y, aunque sea arriesgado, confieso que me gustan. Para mí es un gran constructor de personajes y ambientes.
Nunca me ha parecido justo que el calificativo de best-seller deba sugerir falta de calidad. Si pensamos bien en ello, también “Cien años de soledad”, de García Márquez, o el mismo Quijote son best-sellers.
En La princesa de jade, su debut en la novela, el escenario fue la ruta de la seda. ¿Qué fue lo más complicado de situar la novela en un ambiente tan diferente al occidental?
No fue fácil dar con la documentación. Viajé a Paris para visitar el museo Guimet de las artes asiáticas y contemplar piezas de la vida cotidiana del siglo VI halladas en excavaciones en Oriente. Leí poesía oriental traducida y estudié el comportamiento y costumbres de las mujeres en las diversas culturas del periodo que abarca la novela.
Muchos lectores se sienten atraídos por la cultura oriental. Para usted, ¿qué tiene de atrayente como escritora esas costumbres y tradiciones tan exóticas?
Lo desconocido siempre atrae. La china antigua tiene tradiciones milenarias llenas de contenidos simbólicos, ritos…
Situarme en una época y cultura tan alejada de mi realidad supuso un desafío y un aprendizaje.
Varias de sus obras dan un papel predominante a la ciudad de Barcelona. ¿Es algo casual?
No tengo la sensación de elegir mis escenarios, siento que ellos me eligen a mí.
¿Es más fácil escribir de un escenario que se conoce?
Posiblemente…
Ahora vamos a hablar de su forma de escribir. Partimos de la base de que todos los escritores de novela histórica se documentan antes de comenzar a escribir. Después cada autor maneja dicha información de una manera u otra. ¿Usted es partidaria de ser fiel a la historia o la retoca según las necesidades de sus tramas?
Soy estricta en este sentido. Los datos históricos deben ser fidedignos. Otra cosa es jugar con aquellos espacios en blanco de los que no hay documentación y siendo fieles a la época hacer –como decía Epiménides- una profecía del pasado.
Los lectores pueden encontrar sus obras en catalán y castellano. ¿En qué idioma escribe usted? Y, por otro lado, ¿se encarga usted de la traducción?
Escribo en mi lengua materna, el catalán. La princesa de jade, la traduje yo misma. El mercader y Las torres del cielo, tuve la suerte que lo hiciera el poeta y traductor Juan Carlos Gentile Vitale.
Aprovechamos que hablamos con una autora de Reus (Tarragona) para pedirle que nos ayude a entender la literatura catalana actual. Desde fuera se observa un elevado localismo. La mayoría de los autores más promocionados centran todas sus tramas en Cataluña y narran, en tono más o menos épico, hechos históricos que dentro de la Historia podrían calificarse –sin intención de menospreciar su importancia dentro de donde ocurren- de anécdota. ¿Cómo se vive desde dentro?
Para responder a esta pregunta me gustaría recordar el lugar del que nos habló García Márquez en sus novelas. Aracataca es un pequeñísimo municipio colombiano, pero a través de las historias que el maestro nos contó se ha vuelto un símbolo y uno de los pueblos más conocidos de Latinoamérica.
Si tienes el talento suficiente para trascender de lo particular a lo universal el localismo no tiene razón de ser.
A finales de mes, Barcelona será la ciudad invitada en el Salón del libro de París. Y lo hará con representación de autores catalanes que escriben en castellano, aunque será minoritaria. Esto ha sido noticia tras la polémica ocurrida en 2007 –en la Feria de Frankfurt- donde el Institut Ramon Llull no invitó a ningún escritor en castellano. En primer lugar, ¿qué le parece la noticia? Y, en segundo, ¿existe dicha división entre los escritores a nivel no institucional?
No tengo costumbre de hablar de cuestiones políticas en las entrevistas, sobre todo porque las respuestas suelen ser malinterpretadas. Estos temas se deben tratar cara a cara, poder dar tus argumentos y atender los de tu interlocutor.
Cuando tengo la suerte de encontrarme con algún escritor de lengua castellana no tengo la impresión de que haya ninguna frontera entre nosotros, sea nacido en Cataluña o no; ni tampoco cuando es italiano o francés. Me interesa la Literatura, y la lengua en que se escriba sólo es una anécdota más. Mi deseo sería leer en veinte idiomas y poder gozar con ello.
El año pasado se debatió la posibilidad de que los escritores catalanes que escriben en castellano puedan optar al Premi Nacional de Cultura de la Generalitat de Catalunya. ¿Son aceptables estas discriminaciones en la actualidad?
Me remito a la respuesta anterior.
Vamos a cerrar la entrevista volviendo a su obra. ¿Tiene previstas presentaciones de Les torres del cel?
Si, muchas. Creo que trazar puentes entre escritores y lectores enriquece a ambas partes.
El proceso de promoción de una obra es cansado porque implica viajes y muchos actos públicos. Algunos escritores lo compaginan además con la creación de una nueva obra. ¿Es su caso?
En mi caso disfruto del trayecto, vivo este período como algo excepcional. Me gusta el contacto con la gente, la proximidad, las tertulias…
Tengo muchos proyectos en mente y algunas novelas en marcha, pero la intensidad para mí es importante. No suelo escribir otra novela durante la promoción, si escribir se refiere a centrarse en la escritura, otra cosa es hurgar, descubrir, anotar…
¿Nos puede adelantar algo de esa supuesta nueva obra?
Tengo dos novelas históricas muy avanzadas, una está situada en el siglo IV y en el XVII. Otra en proceso y una inédita.
Y, para acabar, nos gustaría que recomiende una obra que considere imprescindible para los lectores del género histórico.
Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar.
Publicado el marzo 28, 2013 en Entrevistas, escritores, España, Europa, Inicio, Tarragona. Añade a favoritos el enlace permanente. 2 comentarios.
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