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Hablamos con Pedro Aranda, uno de los finalistas en la categoría mejor novela del Certamen Cartagena Negra
El escritor es un convencido antietiquetas literarias y apuesta por buenos libros para llegar a los lectores

Fuente: Cartagena de hoy
¿Cómo explicaría la sinopsis de El ruido que nos separa a nuestros lectores?
Básicamente, El ruido que nos separa profundiza en todas las cosas, algunas disparatadas, que hace la gente para tratar de olvidar aquello de lo que se arrepiente, o al menos de convivir de la mejor manera posible con ello. Algunos personajes, eso sí, no se arrepienten para nada, y otros, en su lucha por olvidar ese pasado que les atormenta acaban realizando una serie de actos que derivan en situaciones que yo diría que rozan lo absurdo. Me estoy acordando ahora del caso del auditor norteamericano, criado en el seno de una familia conservadora bajo una estricta educación, que realiza inspecciones por países asiáticos y al que sobornan con una prostituta para cambiar el resultado de su informe. Y el tipo se termina planteando si acaso la vida no es algo más que todos esos principios que ha seguido de una manera tan inmaculada durante todo este tiempo y si, por tanto, no ha hecho otra cosa más que perder su vida. Y al final, de una manera más o menos evidente o directa, hay un combate de boxeo que centra el argumento de casi todas las historias, aunque he de decir que, en realidad, el boxeo como tal, está presente muy poco en el libro. Es, más bien, un decorado. Todo eso salpicado con asesinatos, venganza, traiciones y cruces inevitables de destino. Para resumir, le diría que es un libro de violencia y amor al mismo tiempo.
La obra está formada por un conjunto de historias, personajes y épocas. ¿Fue complicado entrelazar todos los elementos que forman El ruido que nos separa?
No tanto, quizás un poco al principio hasta que logré ubicar a todos los personajes. Y una vez que supe lo que eran capaces de hacer, la historia fluyó sola. Digamos que, en mi caso, no empecé con la historia y luego fui desarrollando los personajes, sino que fue justamente al revés, primero me dediqué a conocer a los personajes y cuando sabía en qué eran buenos, les di el papel con lo que tenía que hacer cada uno. Si esto fuera un equipo de fútbol y yo, por tanto, fuera el entrenador, no es que llegara al club y le dijera al presidente: “quiero jugar de esta forma, y para eso necesito a estos jugadores”, sino que llegué, vi entrenar a la plantilla que tenía y ahí fue cuando me di cuenta de que cualquier persona es capaz de cualquier cosa en cualquier momento. Que hasta el más fiero de los boxeadores es capaz de bailar canciones de amor. O, lo que es lo mismo, que el lateral izquierdo es capaz de meterme goles y lo puedo poner de delantero. Y así ha salido lo que ha salido.
¿Qué le llevó a elegir esta estructura fragmentaria para su novela?
La poca constancia y coherencia que tengo con todo lo que hago en mi vida. Creo que haber escrito todo del tirón habría acabado con mi paciencia y hubiera terminado por abandonar el libro, sinceramente. Quiero decir, no es que escribiera las historias del tirón y luego las fragmentara. La disposición con la que salen en el libro es tal cual las escribí. Intencionadamente dejaba una historia parada en un momento dado y me ponía con otra que no tenía nada que ver, antes de volver a la anterior. Y el motivo fundamental era para no aburrirme mientras escribía y, por tanto, para mantener la intensidad y la calidad a lo largo de todo el capítulo. Yo ya sabía cómo iban a terminar cada una de esas historias, así que las paraba cuando lo consideraba oportuno, como esas series de televisión que vemos ahora y en la que nos dejan con ganas de más cuando termina un capítulo. Espero no haber sonado demasiado presuntuoso. Lee el resto de esta entrada